viernes, 29 de octubre de 2010

El horizonte interior

Pero yo también comprendo que nada de lo que concierne al hombre se cuenta ni se mide. La verdadera extensión no es para el ojo, no se concede más que al espíritu. Vale lo que vale el lenguaje, pues el lenguaje es el que anuda las cosas.
Me parece que en adelante podré entrever mejor lo que es una civilización. Una civilización es una herencia de creencias, de costumbres y de conocimientos lentamente adquiridos a través de los siglos, difíciles a veces de justificar con la lógica, pero que se justifican ellos mismos como caminos si conducen a algún lado, puesto que abren al hombre su horizonte interior.
Una mala literatura nos ha hablado de la necesidad de la evasión. Cierto que uno sale de viaje en busca de espacio. Pero el espacio no se encuentra. Se funde. Y la evasión nunca ha conducido a ningún lado.
Cuando el hombre necesita, para sentirse hombre, correr en carreras, cantar en coros, o hacer la guerra, son ya lazos que se impone a fin de atarse a los otros y al mundo. Pero ¡qué lazos tan pobres! Si una civilización es fuerte, satisface al hombre aunque éste permanezca inmóvil.
En tal pueblecito, silencioso, bajo la luz grisácea de un día lluvioso, veo una enferma enclaustrada que medita apoyada contra su ventana. ¿quién es? ¿qué han hecho de ella? Yo juzgaría la civilización de este pueblecito por la densidad de esta presencia ¿qué valemos una vez que estamos inmóviles?

Piloto de guerra - Antoine de Saint Exupery

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